miércoles, 12 de mayo de 2010

Convocar Asambleas Universitarias

CONVOCAR SUCESIVAS ASAMBLEAS UNIVERSITARIAS EN LA UNA PARA CONSTRUIR DEMOCRACIA DIRECTA Y PARTICIPATIVA


La UNA necesita mejorar su “democracia”. Se nos ha olvidado, hemos perdido, ya no promovemos la discusión, colectiva y organizada, sobre lo que somos y lo que hacemos. Hace falta que hable y vote todo el estudiantado. Que se “titularice” y recomponga el sector académico para que hable y vote todo el profesorado (académicos y académicas) y no solo un porcentaje minoritario como ahora. Que se puedan reunir frecuentemente las instancias de participación, en especial la Asamblea Universitaria, o al menos la Asamblea de Representantes. “Frecuentemente” conviene que se reúnan esas y otras asambleas (de facultad por ejemplo), para lograr conocernos y hablarnos, para discutir y discurrir sobre la institución. Para lograr entonces participación en un proceso socializado de decisiones políticas. Y superar entonces la “democracia representativa” y “electoral“, que contribuye a la funcionalidad, pero que pide complementarse con otras formas de democracia, llamadas “directas”. Lo cual es posible, viable y de la mayor importancia en la UNA -recordemos que gentes poco “desarrolladas” en comparación con nosotros, ya hace 25 siglos tenían en funcionamiento sistemas políticos de democracia directa, con alrededor de unas 30.000 personas empoderadas con “ciudadanía” (Pese a lo cual, por supuesto, tenían graves problemas de participación, por ejemplo de las mujeres y los esclavos).

Esas frecuentes asambleas generales de la UNA no son difíciles de convocar. Por ejemplo: las instancias correspondientes (Consejo Universitario, Rectoría) podrían haber encontrado algunos problemas en nuestro Estatuto, sobre, digamos, algún aspecto específico (por ejemplo que OTRA VEZ el estudiantado entero vote en los procesos generales de la institución). Esas instancias pueden convocar a una Asamblea para modificar ese o esos (pocos) artículos del Estatuto, con la suficiente anticipación, a la vez que se suscitan y promueven discusiones sobre el asunto específico, en todos los ámbitos.

Podríamos de esta y otras maneras abordar dos asuntos: primero el señalado de avanzar hacia formas superiores de democracia directa (como antídoto y ejemplo para lo que sucede extramuros), y segundo el enfrentar las dificultades operativas derivadas del marco estatutario vigente. Este “proceso incremental de democratización“, u otros posibles, se tornan urgentes y necesarios. Pues a “los viejos” de la UNA ya casi se nos olvidó qué es eso de participar colectiva e intensamente en la gestión política de nuestro propio quehacer académico, y los nuevos y las nuevas en la academia de la UNA -así como todo el estudiantado-, no han tenido la oportunidad, ni han podido demandar, esas participaciones. (Subrayo lo colectivo, por las sinergias sociopolíticas que propicia) Es obvio que en su misma forma de vida política actual, la UNA no aporta al proceso político nacional, sino que más bien tiende a verse arrastrada por él, hacia tremedales y despeñaderos de anomia y autoritarismo, tecno burocracia y clientelismo. Es decir, la actividad política hasta se sataniza, y se la sustituye por procedimientos “técnicos” y “jurídicos” (de los que “no se puede” discrepar y casi ni interpretar).

Lo anterior supone, sin embargo, que la UNA pueda empezar a reorientarse, alejándose del modelo de universidad pública comercial y acercándose a un nuevo modelo de “universidad social” (bajo el lema martiano de “pensar es servir”), que resulte apropiado para determinadas personas, grupos y sectores sociales costarricenses (habría que definir y establecer -o restablecer- quiénes serán esos y esas costarricenses y habitantes del país con quienes interactuaríamos).

Eduardo Saxe Fernández

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