viernes, 23 de abril de 2010

Conferencia inaugural 2010





EL DISCURSO DEL RECTOR
UNIVERSALIDAD DEL PENSAMIENTO
Olman Segura Bonilla, Ph.D. *
En este 2010, primer año de la segunda década del tercer milenio de nuestra era, la Universidad Nacional inicia un nuevo ciclo lectivo bajo el signo de la transformación, cada vez más acelerada e intensa de nuestra cultura y sociedad global.
Vivimos en una era de posibilidades inéditas, pero también experimentamos tiempos de crisis y de cambios profundos e impredecibles. Cambios que nos llevan a vivir en un mundo cada vez más complejo y más unificado por las transformaciones y los problemas comunes que todos enfrentamos en la actualidad. Hoy más que nunca, los ideales renacentistas que apuntaban a crear instituciones educativas superiores que se constituyeran en una suerte de ágora constante de debate, reflexión y búsqueda de las verdades esenciales sobre el ser humano y su destino colectivo, se nos presenta como un propósito deseable e indispensable. Deseable, puesto que la universalidad del conocimiento, que es el origen mismo del nombre y la función de las universidades, sigue siendo el ideal supremo de nuestro quehacer académico. Indispensable, ya que es la misma integración de la sociedad planetaria mediante la creación de una economía y cultura global, la que nos exige pensar nuestra situación presente en los términos más universales posibles.
Así con el inicio de la celebración del “Año de la Filosofía” —que constituye una de las formas de disquisición más universales del saber humano—, al tiempo que la Asamblea General de la Naciones Unidas proclamó 2010 como el “Año Internacional del Acercamiento de las Culturas”, en la UNA inauguramos un ciclo más de labores universitarias recibiendo en nuestra casa de estudios a una nueva generación de estudiantes, el grupo más grande desde nuestra fundación 37 años atrás, quienes sin duda nos enriquecerán e impulsarán con su juvenil entusiasmo.
Ellas y ellos se sumarán a una comunidad de espíritus y mentes libres, de académicos, estudiantes y funcionarios, animados todos por el afán común de servir a la gestación y difusión del conocimiento universal, y al desarrollo específico de nuestra cultura y sociedad costarricenses.

VIGAS MAESTRAS

Las y los nuevos estudiantes serán a partir de ahora protagonistas y beneficiarios de la universalidad del pensamiento, que a mi juicio reposa sobre cuatro vigas maestras:
1. La libertad intelectual para formular teorías e interpretaciones que no siempre se ajustan a las concepciones predominantes. Es decir, el derecho al pensamiento critico, autónomo, creativo y que desafía las fronteras convencionales del pensamiento y la acción.
2. El respeto por la pluralidad de ideas, y por el derecho a expresarlas sin cortapisas ni persecuciones de ninguna índole. En otras palabras, el compromiso de todos los gestores y creadores intelectuales de defender con pasión y coherencia sus ideas, pero sin permitir que ello conduzca a la negación dogmática del derecho que igualmente poseen otros individuos de defender sus ideas con la misma pasión y coherencia.
3. El debate e intercambio de ideas en foros públicos, abiertos y con plena libertad garantizada a la totalidad de los participantes en legítima confrontación de perspectivas y puntos de vista disímiles e incluso antagónicos. Vale decir, permitir la libre circulación y confrontación de ideas al mismo tiempo que nos mantenemos receptivos ante otros puntos de vista.
4. El derecho de las y los individuos a vivir y actuar en consonancia con sus ideas, siempre y cuando ello no infrinja sobre el derecho de otros a conducir su vida con igual sentido de compromiso personal. Es decir, respetar y facilitar la unidad entre el conocimiento y la vida, entre los individuos y la colectividad, y entre el pensamiento y la praxis.
Ahora que mi función quinquenal como rector de la Universidad Nacional se aproxima a su término, ratifico de nuevo mi más profundo compromiso con esos cuatro principios esenciales de los cuales se nutre la universalidad del conocimiento y que son, por consiguiente, la base de toda vida universitaria apegada a los grandes ideales renacentistas de libertad personal, creatividad intelectual y armonía colectiva.
A lo largo de mi gestión he intentado mantenerme fiel a esta visión universalista, plural, democrática y liberadora, para que de este modo nuestra Universidad, libre de prejuicios y dogmas, sirva de prisma refractario, generador de nuevo conocimiento, y pueda de esta forma contribuir al desarrollo nacional equitativo y sostenible.
En pocas palabras: hacer todo lo necesario, todo lo posible, para que la Universidad Nacional siga siendo un instrumento al servicio de la “evolución creativa del universo”, como dijera en forma tan elocuente el primer rector de nuestra UNA, el presbítero Benjamín Núñez, muchos años atrás.

* Rector Universidad Nacional

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