miércoles, 18 de agosto de 2010

Marx sobre América latina, revisión critica de una enunciación eurocentrada

Hermann Güendel

Resumen

En este ensayo reviso la lectura Marx realizara de América latina a través de Bolívar y la expropiación estadounidense de la California mexicana, proponiendo que aquella es el resultado no de un análisis, sino de prejuicios valorativos que, a la base de su discurso, están constituidos por lugares de enunciación propios de la diferencia imperial.
Palabras clave
América latina, diferencia imperial, identidad, revolución


“Karl Marx ha muerto, como se puso del lado de los débiles, merece
honor, ved esta sala, la preside, rodeado de hojas verdes, el retrato
de aquel reformador ardiente, reunidor de hombres de diversos pueblos..”
José Martí.

1. La fragmentación como recolonización del espacio.
Latinoamérica es una región del mundo desgarrada. Diversificada por escisiones humanas políticas artificiales, emergidas de la dominación y explotación, más que una región del mundo, es un mundo de regiones, de las que sólo se puede hablar, de modo homogéneo, si subordinamos la realidad a un concepto.
La totalidad no es la suma de las partes, sino su coordinación bajo categorías relacionales que las constituyen en una única imagen como un sistema de interacciones necesarias y reflexivas. No hay una América latina, sino regiones “latinoamericanas” entrelazadas por series complejas de categorías relacionales y plurisignificativas, que inciden, de modo simultáneo, sobre la cotidianidad y la imagen-historia latinoamericana, sin una jerarquía o gradación de incidencia que distinga a una, por encima de otras, como causa última de todos los fenómenos; la presencia de todas la categorías configuradoras de la “América latina” es simultáneamente significativa y coincidente en la región espacio-temporal de constitución de su imagen-historia; raza, género, jerarquía campo-ciudad, etc.. son heterárquicamente equivalentes.
La imagen- historia de América Latina retrata el rostro de una contemporaneidad a la que se salta sin completar el proyecto de modernidad dentro del que se configuró, como argumentó Ángel Rama en su momento, la aparición de una racionalidad propiamente latinoamericana es indudablemente sólo asociable a la aparición de las “gacetas populares” a partir de 1870, en lo que el autor llama "ciudad modernizada".
El proyecto de la modernidad no solamente refiere la constitución de estados nacionales soberanos sustentados en una juridizaciòn sólida, sino además a la constitución de una racionalidad identitaria. Sobre ambos supuestos, la irrupción de un estado nacional latinoamericano resulta ser definitivamente deficiente y, peor aún, inefectiva, pues la modernidad parte de la reconstrucción-recuperación de una historia, que en el caso latinoamericano resulta más bien desechada, y recreada a partir del inicio de la conquista-colonización española como año cero.
No será sino hasta el siglo XX cuando, lo que Leopoldo Zea llama la “generación pensante”, se dará una ruptura intencional con los errores intelectuales y culturales que provocaron una imagen-historia ficcional de América latina. Antes de esto, el esfuerzo de diversos intelectuales, entre los que destaca Juan Alberdi , por configurar una imagen identitaria latinoamericana se hizo a través de recreación de imágenes de la modernidad europea, generando una reivindicación identitaria que partía de un sujeto universalizado, intencionalmente creado, para invisibilizar multitud de sujetos visibles, pero disfuncionales a proyectos moderno-europeos de progreso como los indígenas, los negros, o los pobres no migrantes reducidos a relaciones de servidumbre y, en algunos casos, de esclavitud simbólica.
La creación de una imagen identitaria latinoamericana sobre la base de eurocentrismos, que actúan intelectualmente como promotores de construcciones nacionales latinoamericanas, tiene la característica extraña de ser excluyente para centralizar coherentemente; el caso más patético, pero ejemplificador, es el del indigenismo de la revolución mexicana, una reivindicación del indígena que sometiéndolo a la noción de raza realiza políticamente su exclusión operante. El tema identitario latinoamericano se piensa desde un marco conceptual de exclusiones, que sólo genera ficciones discursivas, pues se construye sobre la ausencia de seres específicos reales, poseedores de historias propias, siendo entonces una imagen-historia que sólo posee supuestos, ecos de ruidos que asemejan distorsiones de voces.
Por el contrario, sólo puede encontrarse la posibilidad de una construcción identitaria latinoamericana sensata en la apertura al diálogo entre excluidos, diálogo que corrige la imagen-historia ficcional de América latina, por incidencia aquellas voces y saberes que reflejan realidades humanas diversas, sin ello, el sujeto latinoamericano no es una realidad humana, sino una categoría política, reivindicativa si, pero que es ínvilizadora por ser generalizante. La afirmación del yo, y la visibilización del otro, son categorías identitarias que se enuncian desde lugares de personalización individualista y de exclusión, siguen siendo entonces abstracciones ficcionales que dan lugar a discursos generalizantes. Por el contrario, el tema identitario de América latina sólo puede ser abordado desde una marco conceptual alternativo, en el que las categorías de transversalidad transdisciplinar, de nosotros colectivo, y de visión transcognitiva constituyan los núcleos fuertes de organización discursiva, el abordaje actual de la identidad ha de cumplir con la exigencia de una reingeniería holística del sujeto real, antes de ello, América latina solo es un infante que está aprendiendo a hablar.
Hoy, la identidad latinoamericana contemporánea se constituye desde la resistencia colectiva a la exclusión, la reingeniería del sujeto como actor, no tiene sino, por tanto, una historia reciente, que viene a llenar el vacio de historias diarias, concretas, situacionales y materiales que en América latina han desaparecido desde la colonia no siendo, sino más que el bosquejo de múltiples recuerdos. El mas osado abordaje que puede darse hoy al tema identitario de América latina no es el de la descolonización, sino el de la recolonización integradora, una practica desde colectivos y sujetos que, siendo actores significativos, en la diversidad de regiones latinoamericanas, reconfiguran la ontología de una región del mundo, que ha nacido desde su desfiguración, como una ficción intencionada, en un mundo de regiones.
Las reivindicaciones identitarias latinoamericanistas, que se producen desde el siglo XX con la generación pensante de Zea, se configuran desde un marco de interpretación que continua la antropología creada por Europa; hablan por otro, antes de dialogar reivindicativamente con él, se trata de discursos que precipitan generalizaciones y abstracciones, bien intencionadas, pero inefectivas, ya que hablar por otro, aún cuando se desee reivindicarlo, no es más que una forma de callarlo, los discursos identitarios .
La identidad ficcional latinoamericana se ha escrito desde una narrativa configurada por un marco categorial compuesto de abstracciones, resultado de la imitación del colonizado, de la racionalidad eurocéntrica, misma que ha sido enunciada desde la diferencia imperial. Al no emerger de identidad que identifica, la imagen ficcional se impone sobre ella, resultando mas distorsión que materialización de su significado posible, pues cuando la conciencia crea discurso crea simultáneamente su identidad.
El único espacio propicio de una matriz identitaria latinoamericana es el de la recolonización de las diversas regiones por parte de los sujetos reales que la habitan, fragmentándolas en mundos particulares, con ello podemos reconocer que el tiempo, en nuestro mundo de regiones no esta fragmentado, sino violentado. Recuperar el espacio fragmentándolo; reinstaurar el tiempo, eliminando sus fragmentaciones eurocéntricas, esta es la única ruta que nos lleva a reconocer una realidad humana diversa, fundante de una identidad efectivamente integradora y reivindicativa de sujetos concretos, antes que de abstracciones generalizantes y ficcionales. La “esencia” de nuestra humanidad es nuestra diversidad; no somos un ser, sino multiplicidad de seres cuya identidad aun se escapa entre espejismos.
Separar es integrar lo diverso a la realidad histórica humana, el acto liberador identitario, para serlo, no es de uno, sino muchos. Las reivindicaciones identitarias son voces que alcanzan su fuerza por la cercanía, la distancia las distorsiona en un murmullo, un ruido del ambiente al que nos acostumbramos oír, sin pretender escucharlo. La identidad es una presencia visible que no se busca, el espacio identitario no esta en una montaña profunda a la que pocos penetran , la reivindicación de lo diverso no parte de supuestos, sino de las voces de aquellos a quienes no se les ha permitido hablar arrebatándoles, por medio de gritos, la palabra…algunos querrán ser hombres, otros querrán tan sólo ser alguien, unos saborearan lo integral, otros tan sólo una parte.
Una nueva enunciación identitaria ha de escribirse desde una narrativa generada por el peso de una voz que se impone, un discurso que se imprime sobre la piel por medio del hierro caliente de la violencia sensata, es decir la que constituye en inobviable. La reivindicación identitaria latinoamericana se ha hecho visible por medio de actos rebeldía, la rebeldía es el acto de osadía propio sólo de aquellos que se atreven a ser libres.

2. Lectura crítica de la crítica marxista a América latina.

Todo discurso de conocimiento es una enunciación específica que se realiza desde una perspectiva. Esa perspectiva constituye una matriz particular que recoge lugares de enunciación, que actúan como categorías generales de la lógica interna del discurso y constituyen parte de las condiciones de coherencia que hacen que pueda ser comprendido. Esto es efectivamente lo que vamos a encontrar en la revisión del discurso que Marx elabora sobre América latina como su región particular de América.
Las características estructurales de ese discurso están constituidas por lugares de enunciación eurocéntricos que recogen, desde la diferencia de la posición imperial, categorías de diferenciación con la región colonizada como lo son: raza, razón, y poder político, generando entonces un discurso saturado no de reflexión, sino de prejuicios y ligerezas, productos de el desinterés. En efecto, Marx no se interesó por el tema latinoamericano como objeto teórico, escribió sobre América latina por compromiso laboral. Sus ensayos sobre nuestra realidad historia, sus sujetos y procesos no denotan un esfuerzo de interpretación de los acontecimientos, ni una búsqueda de la posición de América latina en la historia mundial capitalista, pues para él, esta región del continente, al no denotar desarrollos capitalistas-industriales, no aparece como significativa dentro del sistema de relaciones internacionales que crea el capitalismo.
2.1 La posición de América en la configuración del sistema mundo capitalista según Marx
Marx consideraba a América como uno de los elementos fundamentales para explicar la organización mundial del capitalismo y el proceso de lo que llamaba “acumulación originaria”. El descubrimiento de América, junto al avance en las exploraciones marítimas, son pensados, por Marx, como las condiciones primarias que crean "un nuevo campo de actividad para la burguesía en el censo" Así pues, América va a tener en la interpretación marxista, un rol fundamental para explicar la configuración interna del capitalismo tanto a nivel europeo, como en su extensión al mundo entero.
América aparece como condición material de expansión del capitalismo y de la constitución de Europa en centro del comercio internacional, la razón: América aporta a Europa la multiplicación de mercancías circulantes, el desarrollo de rutas comerciales y finalmente, a través del sistema colonial, contribuye a "derribar las barreras feudales que localizaban la producción"
El discurso marxista originario entenderá a América como una región particularmente significativa en lo que después, Wallerstein, va a llamar el sistema mundo capitalista. Tan importante que sin América le sería imposible consolidar, a la burguesía europea, el modo de producción capitalista.
La aparente contradicción económico-social del capitalismo europeo al imponer, en América, la esclavitud, es decir una forma pre capitalista de relaciones de trabajo, nunca es entendida por Marx sino como parte de la misma lógica de constitución del capitalismo y el mercado mundial, por ello en 1846 escribe:
"la esclavitud directa es el fundamento de nuestro industrialismo actual...es en la esclavitud la que ha dado para borrar las colonias, son las colonias las que han creado el comercio mundial, es el comercio mundial el que constituye la condición necesaria para el gran industria mecanizada... la esclavitud, pues, es una categoría económica de enorme importancia... los pueblos modernos no han hecho más que encubrir la esclavitud entre ellos mismos e introducirla sin tapujos en el nuevo mundo"
La organización colonial del esclavismo es producto de la lógica de constitución de la sociedad capitalista, es decir de la modernidad. Esto convierte a América no solamente en campo de experimentación de relaciones de trabajo en torno al capital, sino también en campo de organización histórica, simbólica, ideológica y política del capitalismo europeo.
2.2 Marx sobre América latina, sujetos y procesos
Resulta extraordinario notar como, frente a esta lectura de la posición histórica significativa de América para la constitución del sistema mundo capitalista, la lectura específica de la posición de la subregión latinoamericana sea, definitivamente, opuesta. América latina es interpretada como una totalidad homogénea de conductas inferiores, cargada entonces de vicios generados por la torpeza de los hombres que la habitan incapaces, dice Marx, de cualquier esfuerzo industrial y comercializador. Son esos valores en los que Marx resume en la categoría capitalista de progreso, es por ello que Fillipi considerando el tema de la actitud de Marx hacia América Latina propone:
“A grandes rasgos, esto implica que los pueblos precapitalistas indefectiblemente deben transitar por un estado de desarrollo capitalista antes de alcanzar la igualdad y la fraternidad de las clases. Al margen de la utopía que esto pueda significar o no, Marx está paradójicamente legitimando la dominación capitalista. Como en la guerra de secesión, en su predilección por Norte, lo hace también a través de su indiferencia sobre inteligencia Latinoamérica”(Fillipi,2007)
Dos discursos particulares de Marx, sobre situaciones político-militares y personajes claves en historia latinoamericana, ejemplifican claramente esta interpretación generalizante y despectiva de América latina: , de un lado la lectura de Marx a Simón Bolívar en el articulo “Bolívar y Ponte”, del otro, su lectura de, en palabras de Engels, "la conquista de México"
El materialismo histórico marxista es un discurso de conocimiento que presupone una interpretación particular del movimiento de la historia desde procesos materiales que se dan en Europa, los cuales, simplemente son producto del mismo lugar de enunciación: la diferencia imperial
Si bien Marx considera que el instrumental conceptual de materialismo histórico es aplicable, de modo equivalente, a cualquier otra región del mundo, el marxismo es heredero de los lugares de enunciación eurocéntricos que, transversalizados por la diferencia imperial, imprimen sobre el discurso, una enunciación displicente sobre procesos y sujetos en las regiones colonizadas. El materialismo histórico no rompe con la transversalidad de la diferencia imperial, sino que la asume, como categoría implícita dentro de su teoría de la historia, para dar lugar desde una metodología de interpretación que le es especifica, a una lectura intencional dentro de la que se le resta significado histórico a los proceso y actores que se presentan en el escenario latinoamericano, por considerar a priori, los alcances e implicaciones de estos en el escenario del capitalismo mundial, por lo demás hegemonizado por los países centro imperiales, o poseedores de un capitalismo industrializado y configuradores, a su vez, del mercado capitalista mundial.
Marx escribe como europeo, es decir, como aquel que percibe de modo asimétrico a los sujetos colocados en la periferia colonial capitalista; Arturo Chavola (Chavola,2005) trata en este sentido a Marx como “pensador del imperio británico” y “entusiasta de la expansión imperial”.
Las interpretaciones que Marx hace desde su teoría de historia y su metodología (el materialismo histórico) sobre sujetos y procesos de América latina aparecerán estructuradas desde lugares de enunciación propios de la diferencia imperial sin que Marx, pese a tener conceptualmente muy claro la importancia de América en la constitución del sistema mundo capitalista, tenga la capacidad de revisar esa actitud de “asimilación excluyente” que es tan propia de la mentalidad de aquel que, bajo categorizaciones de raza, actitud civilizatoria, moralidad superior, disminuye simbólicamente al colonizado; actitud explicable, pero no justificable, tanto porque no le era necesario realizar esa revisión-actitud crítica, como por la simple displicencia al tema de las posibilidades históricas de América latina, entendida como región histórica atrasada por la ausencia de un capitalismo industrializado.
Eso tampoco significa que el discurso marxista sea invalidado para la realidad latinoamericana, pero si implica que no debe pretenderse sustituir una lectura desde la diferencia colonial con una lectura, conceptualmente no revisada, materialista histórica apegado tan solo a los principios de interpretación planteados desde su formulación originaria. Algo que, al final de este ensayo, pretendo demostrar con mi propuesta de re-interpretación del significado y alcance de las revoluciones en América latina, o el Abya yala, como creo que se de conceptualizar toda aproximación critica a los procesos y actores de este mundo de regiones.
2.3 El “Bolívar y Ponte” de Marx
Marx ve al latinoamericano, particularmente a la figura de Simón Bolívar "El Libertador" , desde ese lugar de enunciación de superioridad racial, moral, intelectual, así se esfuerza sistemáticamente en su artículo de 1858, publicado en la Nueva Enciclopedia Americana, por desacreditar la figura y la importancia de la gesta bolivariana .
En 1858 Marx, comentando a Engels en una carta personal, sobre el artículo que dedica a Bolívar escribe:
"Bolívar es el verdadero Solouque... la fuerza creadora de los mitos característica de la fantasía popular en todas las épocas a probado su eficacia inventando grandes hombres, el ejemplo más notable de este tipo es, sin duda, Simón Bolívar"

Marx interpreta a Bolívar como un sujeto embriagado por un afán de grandeza, simultáneamente cobarde y torpe en el terreno militar, pero hábil para maniobrar y engañar en lo social y político, debiendo su fama e imagen simplemente al robo de la gloria de otros.
Bolívar es para Marx un sujeto pequeño en estatura y espíritu, de rostro cercano al indígena, con apariencia sombría y feroz, con profundos cambios de estado de ánimo y con profunda mediocridad moral, al apelar a la misericordia de otros cuando se ve débil o acorralado, es el “Napoleón de las retiradas” como lo llama. Marx escribe en su artículo:
"Bolívar mide cinco pies y cuatro pulgadas de estatura, su rostro es enjuto, los ojos, ni grandes ni pequeños se hunden profundamente en las órbitas, el bigote le da un aspecto sombrío y feroz particularmente cuando se irrita...al caminar agita incesantemente los brazos... y le agrada tenderse en la hamaca, tiene frecuentes y súbitos arrebatos de ira, entonces se pone como loco,... se desata en improperios... le gusta proferir sarcasmos contra los ausentes... y le agrada oír ese hablar y pronunciar brindis le deleita... en la adversidad y cuando está privado de ayuda exterior resulta completamente exento de pasiones... entonces se vuelve apacible, paciente, afable y hasta humilde..."
Esta es puntualmente la manera en la que Marx intenta destruir la imagen de Bolívar, ofrecer una lectura de aquel como un salvaje demente, habitante de una región, que por estar sometida a engaños y confabulaciones, sólo alcanza a interesarse por el poder y no por el progreso; Azocar resume, de manera magistral, esta actitud marxiana, del modo siguiente:
“Marx recurría términos más que duros, mortales, para tratar de borrar una imagen que cabalgo, con holgura y sacrifico, con aciertos y desaciertos, por los difíciles caminos de América en procura de independencia para las colonias… desde canalla, desertor, brutal, miserable, traidor… fueron términos calzados por Carlos Marx, en su subjetiva sátira o sarcasmo contra libertador Bolívar”(Azocar, 2005)
De hecho Marx designará, implícitamente en su artículo, a Bolívar como simple y llanamente un Luis Napoleón III, es decir un monigote incapaz tanto de poseer voluntad propia, como de levantar un proyecto de progreso real y efectivo para la región que pretende "liberar", que Marx interpreta como deseo de dominar. Es por esto que Marx continuamente subraya el título “Dictador” al referirse al significado político de la figura de Bolívar en la gesta liberadora de la nueva Granada, Venezuela, Perú, Bolivia.
Los grandes triunfos militares de Bolívar no son entendidos por Marx sino como fruto del genio militar de sus generales y milicianos europeos, la gran capacidad de convocatoria política de Bolívar no es sino resultado de inmensos intereses económicos que se esconden, tras su figura, como si de una apuesta se tratara, y de la cual se espera obtener inmensos réditos económicos y políticos.
Bolívar, después de todo, es para Marx el prototipo del hombre latinoamericano dedicado a la política, cargando esa interpretación con el peso simbólico de las categorías coloniales excluyentes de inferioridad intelectual, moral, y política del colonizado, a las que asocia directamente como cualidades de la "raza" latinoamericana. Más importante aún, para entender esta posición de Marx, es observar que su análisis no se realiza desde concienzuda investigación, sino, de recoger, de modo ligero, las distorsiones que sobre la imagen de Bolívar se presentan en las obras: “Historia de Bolívar” escrita por General Docoudray-Holstein, y “Memorias de General John Miller” publicada en 1819. Estas obras son consultadas en el Museo Británico de Londres, donde, a su lado, las obras de Hamilton y Vowell, contienen una imagen y dimensión totalmente distinta de Bolívar, y sin embargo, Marx no encontró necesaria su consulta .
Será este hombre latinoamericano ruin, envilecido por el afán de gloria, impostor, de conducta irracional quien producirá una América latina incapaz de progresar , siendo, por oposición, que el progreso del continente habla el idioma ingles . De este modo, en un artículo de 1850 titulado “El oro californiano”, escribe Marx:
“Hace dieciocho meses que han descubierto las minas californianas y los yanquis ya se han abocado a la construcción de un ferrocarril, de una gran carretera , de un canal desde el golfo de México; los vapores navegan en viajes regulares de Nueva York hasta Chagres…el comercio del Océano Pacifico se concentra ya en Panamá…arrastra a los reacios pueblos barbaros la comercio mundial , a la civilización… merced a la infatigable energía de lo yanquis , pronto las costa de pacifico estarán tan pobladas tan abiertas al comercio , tan industrializadas como lo esta hoy la costa de Boston …”(Marx,1972)
2.4 Marx sobre la expropiación estadounidense de la California mexicana
El 23 de enero de 1848, Engels, hablando por Marx, escribe en el Periódico Alemán de Bruselas:
"…la conquista de México... nos ha complacido. Constituye un progreso también que un país ocupado hasta el presente exclusivamente de sí mismo... se ha lanzado por la violencia al movimiento histórico... es en interés del desarrollo de toda América que los Estados Unidos, mediante la ocupación de California, obtienen el predominio sobre el Océano Pacífico... adquieren nuevo territorio para crear allí nuevo capital..."
Resulta muy claro, un latinoamericano es incapaz de crear progreso en términos capitalistas, y por tanto es un acierto político e histórico el que un país, que según Marx, ha asumido encarnando los valores del capitalismo europeo, se dedique ahora, con una actitud civilizatoria, a desarrollar los territorios que de otra manera serían incapaces de alcanzar su progreso
Así de modo retórico preguntara Marx en un artículo posterior:
"¿o acaso es una desgracia que la magnífica California haya sido arrancada a los perezosos mexicanos, que no sabían qué hacer con ella?”
No cabe la menor duda que Marx presuponiendo, desde su teoría de la historia, la homogenización del valor, significado y posición de las regiones del mundo, si reconocer jamás su especificidad, valora lo fue un acto de guerra, como un acto histórico de progreso.
Sin ninguna aplicación de su materialismo histórico, simplemente alaba la expansión estadounidense, porque desde un lugar de enunciación eurocéntrica imperial lee el progreso y los acontecimientos históricos desde un lugar de enunciación profundamente narcisista y prejuiciante, el desarrollo económico de Europa, como centro del capitalismo mundial, Estados Unidos esta copiando el proceder histórico-expansivo de Europa, por ello su significado histórico-económico y la justicia de sus acciones.
Ahí donde el análisis materialista histórico podría haber hecho que Marx entendiera las razones políticas y económicas tras la invasión estadounidense el territorio de California, simplemente el esfuerzo teórico será desplazado por valoraciones apresuradas e ideológicas, propias de una lectura realizada desde la diferencia imperial. Son las categorías de enunciación imperial dentro de su interpretación de la historia, las que llevan a Marx a una interpretación rápida del significado político e histórico que posee la expansión territorial estadounidense, “la gran Yanquilandia” como le llama, en 1854, en una carta personal a Engels, concentrando tan solo en el aspecto económico y su alcance como un nuevo impulso al comercio mundial capitalista.
Marx nunca lograra entender, por estar centrado en una enunciación categorialmente eurocentrada e imperial, los significados reales de los procesos y los sujetos sobre la significación histórica de América latina. De esto será heredero durante mucho tiempo el marxismo latinoamericano al grado tal que aún hoy no logra entender el verdadero alcance identitario de los procesos revolucionarios que, en América latina, no se acaban con la toma del poder, sino que se inician con ello. Es necesario al revisar la lectura marxista de América latina, revisar el efecto de la teoría marxista sobre la revolución latinoamericana.
3. Epílogo, hermenéutica de las revoluciones en América latina

Los grandes acontecimientos de la historia sólo se dan cuando los hombres reunimos las fuerzas suficientes para realizarlos, y si hablamos de grandes acontecimientos ético-políticos no hay duda de que dos ocupan un lugar privilegiado en la reflexión que le es propia solo a las conciencias despiertas, uno es el de la construcción de los estados el otro el de las revoluciones.
Las revoluciones, más que fines políticos en sí mismos son medios de los cuales la inteligencia humana se sirve para materializar aquellas sus más sublimes reivindicaciones del ser humano, mismas a las que llamamos utopías
Las utopías son proyectos éticos-políticos significativos ya que contienen alternativas reconfiguradoras de la realidad histórica a la que nos enfrentamos y repudiamos con la vehemencia del rebelde. La rebeldía es la actitud de quine es historiador, no porque escribe sobre historia, sino porque la hace.
Hacer historia, en el terreno de lo político, solo es posible dando, a la dimensión que posee la dignificación humana la forma de un proyecto reivindicativo, que agita nuestra alma con el aliento de la pasión y da a nuestra voluntad una única dirección.
No se hace política sin pasión, no se hace historia sin voluntad, no se dignifica el ser humano sin imaginación. Las revoluciones han sido escenarios pasionales de voluntades diversas que imaginan un futuro a la altura de la dignificación humana
Ya Aristóteles, en “La política” había entendido que para comprender el significado histórico- antropológico de una revolución es necesario realizar una hermenéutica particular que refiera a sus alcances, más que a los proyectos políticos que enuncian, porque las revoluciones no se acaban con la toma del poder, sino que se inician justamente con ello. Antes de tomar el poder no hay revolución, lo que hay es guerra civil.
Nuestro problema es que al realizar una hermenéutica del tema de la revolución en esta región del sistema mundo a la que llamamos artificialmente Latinoamérica, nos damos cuenta de que la teoría sobre la revolución heredada de Europa da poca cuenta de los alcances de este tema para la realidad especifica del Abya Yala.
La hermenéutica eurocentrada insiste en leer los procesos revolucionarios en esta región del mundo desde categorías emergidas de procesos histórico sociales presentados en un escenario relaciones de poder particularizado por su posición central en el sistema mundo creado por el capitalismo.
Si revisamos la teoría occidental de la revolución, partiendo de su formulación moderna en el siglo 17 europeo, hasta su narrativa contemporánea, notamos que el concepto de revolución se estructura desde una perspectiva restrictiva a la esfera de lo meramente político llevándonos a hablar , categorialmente, desde dos lugares de enunciación excluyentes entre si: de un lado los enfoques sociológico positivistas como el de Robert Gurr, que reduce los procesos revolucionarios ha una forma de agresión contra blancos políticos provocada por una brecha estructural entre lo que los ciudadanos estiman que tienen derecho y lo que efectivamente reciben; o el de Charles Tilly, que reduce la revolución a un incidente de violencia colectiva producida por procesos normales de competencia entre grupos por el poder con objetivos opuestos; y por otro lado, el lugar de enunciación marxista que la entiende como un proceso de ruptura generado por condiciones históricas estructurales que desembocan en el compromiso consciente de sustitución de las clases dominantes y su proyecto de sociedad, es a esto a lo que Lenin refería al escribir que las revoluciones aparecen “cuando los de abajo no quieren y los de arriba no pueden seguir viviendo a la antigua es entonces cuando se da una revolución”
Esa conceptualización aparecerá luego desarrollada por Theda Skocpol, en sus estudios sobre sociología de la revolución, en la Universidad de Cambridge, agregando el énfasis en las relaciones del sistema mundo planteado por Wallerstein en 1974.
Así, guardando las distancias conceptuales, podemos indicar de modo que la teoría contemporánea de la revolución, tan conceptualmente eurocéntrica como lo es, da cuenta de ella como un fenómeno complejo generado esencialmente por razones estrictamente económico - políticas
Esto es justamente lo que genera los vacíos epistemológicos que me llevan a separarme de esas enunciaciones, pues al revisar desde esta perspectiva los fenómenos revolucionarios latinoamericanos de este su primer experiencia , o sea la revolución haitiana, hasta el rico fenómeno de la revolución bolivariana, no resulta difícil observar que aquella categorización no permite dar cuenta de la complejidad del fenómeno, cuyos orígenes, condiciones, y alcances se extienden más allá de lo económico-político.
Encontramos mas bien en el Abya yala, América latina según los europeos desde 1836, que revoluciones son generadas por tensiones diversas tanto étnicas, culturales, religiosas, como geopolíticas con alcances particulares que resultan impensables desde los lugares enunciativos usuales desarrollados por la racionalidad eurocéntrica.
Se requiere entonces de una teoría integral de interpretación desde la especificidad de esta “sección” del mundo para dar cuenta de lo que significa y se logra a través de los procesos revolucionarios regionales
América latina no es simplemente una región del mundo, sino más bien un mundo de regiones transversalizados por ejes geopolíticos, estructurales y epistemológicos comunes desde el río grande hasta tierra del fuego, como resultado de su posición en la configuración del sistema de relaciones globales creado por el modo de producción capitalista.
Algo a lo cual el latino americanismo no logra aproximarse, pues sus formulaciones teóricas en los años 60 / 70 pretendían básicamente posicionar a América latina como una región en el mundo, es decir, como un interlocutor equivalente al resto de los actores en el sistema mundo capitalista reproduciendo, para ello, la narrativa homogeneizante proveniente de las condiciones de colonialidad que hegemonizan diversos lugares de enunciación y explicación políticos.
Gracias a ello, lo único que se obtuvo fue una invisibilización de condiciones, actores y alcances posibles en nuestra región, desfigurando las posibilidades de ser significativo a través de desgarramientos históricos, políticos e ideológicos, que convertían la cotidianidad de este mundo de mundos en una ficción eurocentrada. Los partidos comunistas, y de más actores alternativos, en nuestra región, pasaron años teorizando sobre la revolución de Octubre latinoamericana.
Por el contrario para desarrollar una teoría de la revolución que de cuenta del Abya Yala como región en el sistema mundo es necesario hablar desde nuevos lugares de enunciación diversos, generados por comunidades y colectividades que, a través del proceso revolucionario, visibilizan tensiones identitarias fragmentarias o sea recuperaciones del espacio-tiempo por parte de los sujetos significativos emergentes que los habitan.
Mas que por condiciones estructurales económico- políticas, las condiciones revolucionarias regionales están constituidas por cotidianidades disociadas dentro de espacios-tiempos comunitarios y colectivos; por esto, los alcances de los procesos revolucionarios latinoamericanos, para reutilizar ahora esa enunciación falseante, van más allá de lo político y económico ingresando en áreas antropológicas, ontológicas y culturales que no pueden ser explicadas desde la matriz conceptual eurocéntrica y mucho menos desde un enfoque comparativo de nuestras “historias comunes”.
A diferencia de Europa, la revolución latinoamericana incide materialmente sobre la identidad de un pueblo, su orgullo nacional, visibilización de excluidos, recuperación del valor de ser humano negado a diversidad de sujetos y, particularmente, sobre la recuperación del espacio y el tiempo por parte de los sujetos reales que los habitan, es esto lo que da lugar a una verdadera solidaridad continental, no a aquella ficción imperial a la que desde 1889 se le llamo panamericanismo.
Una solidaridad particular e inexplicable desde el lugar de enunciación eurocéntrico, donde cada región recuperada actúa como apoyo a la recuperación de que otra, algo que nos ha de resultar más que evidente si hacemos referencia a la revolución haitiana como el punto cero desde que se crea la narrativa reivindicativa y dignificadora latinoamericanista.
La revolución haitiana de 1804 es arquetípica de la revolución latinoamericana pues fue una revolución ininterpretable desde la teoría eurocéntrica. No fue realizada por criollos, sino por esclavos, recupera tanto la humanidad que se les negaba, como la posesión de la tierra colonizada por la manos de quien la trabaja, atreviéndose, además, a repoblar el tiempo y el espacio con aquellos que lo habitan al renombrar al Saint Dominique francés: Haití (tierra montañosa).
El sujeto revolucionario en América latina es tan diverso como las reivindicaciones y alcances que poseen nuestras revoluciones, en este mundo de regiones es tan significativo el campesino como el indígena, el obrero, el estudiante, el gay o el migrante.
De esta manera sólo puede hablarse de las revoluciones en América latina por medio de la categorización diferente y plural que de cuenta de nuevos sujetos y alcances incomprensibles desde la teoría contemporánea, marxista o no, de la revolución
El Abya Yala hace su revoluciones sin jerarquías y sin presupuestos, por ello es que estos procesos pueden modificar sus alcances el momento mismo de su materialización, sólo en esta región del sistema mundo una revolución nacionalista deriva sin ruptura en una revolución socialista, sólo en esta región del sistema mundo el socialismo tiene múltiples significados.
La revolución latinoamericana no es una ruptura, sino una transformación de tensiones estructurales en soluciones superestructurales inclusivas, el proceso revolucionario latinoamericano engloba así desde la gestación de su independencia, hasta la reorganización de las identidades. La activación de la utopía revolucionaria de América latina cuenta tanto con factores de presión externa, llámese España, Inglaterra, el imperialismo norteamericano, el mercado mundial y las organizaciones financieras internacionales, como con factores de inspiración interna que constituyen una narrativa promotora de utopías, llámese ésta la revolución francesa, la independencia de los Estados Unidos, la construcción del socialismo soviético, el triunfo del pueblo vietnamita sobre el imperialismo.
La revolución latinoamericana no clarifica su horizonte desde su génesis, sino que en su génesis encuentra clarificado su horizonte, la utopía tiene en nuestro caso particular tiene un papel más que tensional , un papel que es potenciador y posibilitador.
No construimos nuestra historia a partir de múltiples experimentos, sino a partir de aciertos de la inteligencia y la voluntad humana, no construimos nuestra historia respondiendo a categorizaciones y análisis que ya resultan trillados. La revolución latinoamericana recorre su propio camino crea sus propios conceptos, reorganiza el espacio y tiempo que trasciende a las fronteras artificiales impuestas por imperios, oligarquías y burguesías sobre nuestros pueblos. Reivindica su futuro más que como ruptura con las relaciones mercantiles y financieras capitalistas, como reformulación de su posición en las relaciones del sistema mundo capitalista.
Si como pensaba Sartre, hablar le es solo posible a los hombres libres, la diversidad y complejidad de las revoluciones en el Abya yala han hecho, de nuestra región, un interlocutor que no puede ser silenciado.
H. Güendel.
Abril, 2010

Bibliografía
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